lunes, 5 de noviembre de 2012

Lo hecho, hecho está



Quise evitar que ambos tuvieran contacto. Fue inútil siquiera intentarlo. Javier la saludó cordialmente, como suele hacerlo con todos. Pude observar, a pesar de la tenue luz de la luna y los faros encendidos, que ella lo miró con desdén como si fuese su enemigo. Mariana me miró. Ella esperaba que subiera al carro. Me despedí de él con el pretexto de que debía ayudarla con su examen para entrar a la UAM . Lo hice como si me despidiera de un amigo más.  Le di un abrazo y un beso en la mejilla. No me iba a sentir bien si lo hubiese hecho como acostumbrábamos. No me sentiría cómoda haciéndolo frente a ella. Me pidió que fuéramos a su casa aunque fuese tarde. Entramos a su cuarto, nos tendimos en la cama y platicamos toda la noche. Al día siguiente dimos un paseo por la calle. Me gusta caminar cuando es con ella…
No había hablado con ninguno de los dos en lo que iba de la semana. Solo a ella la extrañaba. El día sábado alguien tocó el timbre de mi casa. Abrí y era Javier. Él lloraba como Magdalena.
-Dime que no es cierto –dijo entre sollozos.
-¿De qué hablas?
-Solo di que me amas.
Me quedé callada. No estaba preparada para una intervención así.
-¡DILO! –me espetó.
- No puedo –bajé la mirada sin saber cómo actuar.
La reja estaba abierta así que él entró. Me tomó por el brazo, mientras me agitaba, dijo: “¡No puedes hacerlo Daniela! ¡A mí no!”. Llegaron mis hermanos y pensaron que me estaba lastimando. Lo sacaron del jardín y lo llevaron hasta la calle. Él se fue.
No sé qué hacer ni que decirle. No quiero verlo ni hablarle. Algo que nos pertenecía a ambos se había roto ya hace mucho y no sabía cómo explicárselo. Sé que él lo sabía, solo que no quería verlo. Esta tarde lloré igual que lo hice hace tres semanas. Volví a sentirme vacía y sola. Volví a sentir que mi existencia en este mundo era una porquería, pero algo cambió. Ella llegó a mi casa y mi madre la dejó pasar. Yo estaba sentada en mi cama con la cara hundida en una almohada. Ella tomó mi mano suavemente y me abrazó. Ha estado a mi lado toda la tarde repitiéndome en el oído que todo estaría bien. Me sentí tan protegida que puedo jurar que un manto que emanaba de ella me cubría. Amor.

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